sábado, 19 de abril de 2008

Pruebas de la existencia de Dios (para el examen bimestral)

Tres ciases de pruebas
Los mejores razonamientos sobre Dios y su existencia no se han iniciado porque los hombres se propusieran intencionalmente ese tema como un problema que había que resolver. Dios es una realidad sobre la que los hombres han tenido que reflexionar también cuando han intentado solucionar otros interrogantes y dar respuesta a otros problemas.

Lo cierto es que algunas de esas personas eran creyentes y en sus planteamientos racionales usaban también la certeza de la fe como un dato más de su existencia para responder a los problemas que tenían planteados.

Simplificando mucho las cosas, se puede decir que, desde Platón, a los filósofos les han preocupado tres grandes temas:
1. El mundo, las cosas, la realidad.
2. Las ideas, el pensamiento, el saber que consigue el entendimiento.
3. El hombre, su origen, su funcionamiento, su fin.

Los filósofos han puesto más interés en alguno de estos tres capítulos según las épocas; de ahí que conozcamos diversos razonamientos sobre la existencia de Dios que podemos clasificar de una forma general en tres grupos.

1. Pruebas físicas centradas en el modo de ver el mundo.
2. Pruebas metafísicas u ontológicas: han surgido del modo de entender lo que es el pensamiento, las ideas.
3. Pruebas morales: basadas en el ser y hacer del hombre.

1) Del mundo a Dios. Pruebas físicas.

A) El argumento cosmológico
El argumento cosmológico es un razonamiento para demostrar la existencia de Dios que se inicia respondiendo a los interrogantes que suscita el mundo para concluir en la «necesidad» de la existencia de Dios.

¿Quién ha hecho el mundo? No se ha hecho sólo y somos nosotras los que lo hemos hecho, ya que formamos parte de él. Así pues, es otro, otro mucho más poderoso que nosotros, alguien que no ha tenido que ser hecho él mismo, para que no haga falta presentar sobre él la misma pregunta. (DELANGLADE, L., Del hombre a Dios. ELR. Barcelona, 1964, pág. 41.)

También se puede razonar de un modo más abstracto, como el siguiente: La prueba de Dios causa del mundo, considerada en sí misma, se encierra en algunas palabras... Compuesto de seres perecederos a quienes la existencia no les es debida por razón de su naturaleza, el mundo no lleva en sí la explicación de sí mismo. Pide la intervención de un ser soberano que no tenga, El, sino que mostrarse para explicar su ser, y que lo comunique a todo lo que es. A este ser soberano le llamamos Dios. (SERTILLANGES, A. D., Les sources de la croyance en Dieu, 8a. Ed. Ferrin, 1916, pág. 64.)

B) Las vías o pruebas de santo Tomás
Son sin duda los argumentos más difundidos y más estudiados sobre la demostración de la existencia de Dios. Son las llamadas cinco vías o cinco razonamientos.

Los cuatro primeros están basados en el principio de causalidad y en la contingencia:

1 Vía. En los seres hay transformación, cambio, movimiento. Todo ser que se mueve es movido por otro. Ha de haber un movedor que no sea movido por nadie: un motor inmóvil.

2 Vía. No hallamos en el mundo ningún ser que se haya dado la existencia a sí mismo, que sea su propia causa. Todo efecto tiene una causa. Ha de haber una causa no causada, una causa primera.

3 Vía. Hay seres que comienzan a existir y otros que dejan de existir. El ser contingente no tiene en sí mismo la razón de su existencia. Ha de haber un ser que siempre haya sido y que no pueda dejar de ser, un Ser Necesario.

4 Vía. Descubrimos que existen diferentes grados de perfección en los seres. Cualquier perfecciónnos indica que puede haber otra de mayor rango. Ha de haber una perfección suprema y absoluta que sea la causa de toda perfección. un Ser Supremo.

5 Vía. Vemos que hay cosas que carecen de conocimiento, pero se dirigen a un fin, tienen una finalidad.
Los seres contingentes no tienen en sí mismos la razón de su existencia. El mundo no está fundamentado en el azar. Ha de haber alguien cuya inteligencia oriente lo existente hacia un fin, un Ser Inteligente.

C) Valoración crítica.
Estas vías no son demostraciones evidentes, pero son razonamientos hechos de acuerdo con nuestra razón y muestran que es razonable creer en Dios.

Santo Tomás no descubre la fe con estos razonamientos; él era creyente ya antes de iniciarlos, pero consigue mostrar que su fe no es irracional.

Ciertamente que estos razonamientos tienen limitaciones, entre otras usar el lenguaje y la filóofía piatóiico-aristotélica, necesitadas de un acomodo a nuestra mentalidad actual. También en la argumentación se da un salto cuando santo Tomás afirma que el motor inmóvil, la causa primera, etc., es Dios. No queda claramente demostrado que esas cualidades trascendentales no pueden aplicarse a la misma materia. Si es razonable, aunque mevidente, concebir la existencia de un ser eterno, sin causa e inteligente, no se ve por qué no es posible concebir un universo eterno, sin causa e inteligente.
«Si todo tiene que tener alguna causa, entonces Dios debe tener causa. Si puede haber algo sin causa, igual puede ser el mundo que Dios.» (RUSSEL, B., Por qué no soy cristiano.)

Para santo Tomás la argumentación era concluyente porque sobre la búsqueda filosófica proyectaba la certeza de la fe cristiana.

La tercera vía es la más importante, pues en ella convergen de alguna manera las otras, incluida la quinta de la cual afirmó Kant: es una demostración que siempre merece ser mencionada con respeto. Es la más antigua, la más clara y la que más se adapta a la razón humana común: no hay reloj sin relojero, ni cielo sin creador. Las vías de santo Tomás nos aportan una gran verdad, pues nos dicen que los seres contingentes no tienen en sí mismos la razón de su existencia, sino en otro que la tenga por sí mismo. Este otro, si queremos seguir siendo coherentes, únicamente puede ser Dios.

Este modo de hablar de Dios es muy distinto del modo de presentarlo que usa la revelación, La revelación nos presenta una r imagen de Dios más rica porque nos lo descubre como una persona y no como una causa primera o un motor inmóvil, pero los dos lenguajes hablan del mismo Dios a quien accedemos por distintos caminos.

2) Del espíritu a Dios. Pruebas metafísicas

A) El argumento ontológico
Este argumento prueba la existencia .de Dios por la definición del Ser perfecto.

«Toda la fuerza del argumento que empleo aquí consiste en que re conozco que no sería posible que mi naturaleza fuera tal como es, es decir, que tuviera en mí la idea de un Dios, si Dios izo existiera verdaderamente.» (DESCARTES, Oeuvres et lettres, pág. 191.)

Este mismo argumento lo razona san Agustín de esta manera: Nosotros descubrimos en nuestro pensamiento unas verdades eternas e inmutables. Esas verdades no pueden tener su fundamento ni en la experiencia, que es mutable, ni en nosotros mismos, puesto que las descubrimos como ya existentes. Luego deben tener un fundamento superior. Las verdades eternas se fundan en Dios como la única verdad eterna.

B) El argumento ontológico de san Anselmo
El más célebre de este tipo de argumentos es el de san Anselmo. conocido también como prueba ontológica. Es un comentario al salmo 13 que comienza así: «Dice el necio en su corazón: no hay Dios.»

Se pregunta san Anselmo: ¿por qué llama «necio» la Escritura al que dice que no hay Dios? Y se responde: porque al mismo tiempo que está diciendo que «no hay Dios» lo está admitiendo: lo está afirmando como existente, ya que la idea de Dios incluye su existencia. Por eso es «necio».

El esquema del argumento es el siguiente: aquello mayor que lo cual nada puede ser pensado, no puede existir en el solo entendimiento, puede pensarse que exista también en la realidad, lo cual ya es mayor.

Por tanto, si aquello mayor que lo cual nada puede pensarse existiese sólo en el entendimiento, se podría pensar algo mayor que aquello que es tal que no puede pensarse nada mayor.
Luego existe sin duda, en el entendimiento y en la realidad, algo mayor que lo cual nada puede ser pensado... Y esto eres tú, ¡oh Dios, Señor mío!

C) Valoración crítica
Santo Tomás veía en el argumento de san Anselmo un salto ilegítimo de lo racional (lo que se piensa) a lo real (lo que es en sí).
Tampoco aceptaron como válido este argumento Locke, Hume y Kant. En cambio, otros grandes filósofos, como Duns Escoto, Descartes y Hegel, lo han aceptado en su núcleo fundamental.

3) DeI hombre a Dios. Pruebas morales.

A) El argumento moral

Según Kant, la prueba de la existencia de Dios se encuentra en el interior del hombre, en sus aspiraciones íntimas, en los deseos de su conciencia.
El hombre siente dentro de sí una voz interior que le impone un deber que ha de cumplir, una obligación que se le impone con autoridad: es la voz del deber, de la ley moral. Kant la llama imperativo categórico.
El imperativo categórico impone al hombre la obligación de hacer el bien. Pero no un bien cualquiera, sino el mayor bien, el sumo bien.
En la consecución del sumo bien hay que distinguir el bien en sí o virtud y la satisfacción personal que proporciona el practicar el bien o felicidad.
La virtud o la felicidad no siempre se consiguen al mismo tiempo y no está en manos del hombre conseguir con sus propias fuerzas que la plena felicidad coincida con la plena moralidad.

B) Valoración crítica
Según este razonamiento, la existencia de Dios es un postulado de la razón práctica. Su valor es subjetivo, ya que parte de una determinada interpretación de la conciencia personal. Pero para Kant es la condición absolutamente necesaria de la posibilidad de todo el orden moral, cuyo valor se impohe de forma inmediata.

C) El amor originario
El hombre siente dentro de sí la llamada a un amor universal a pesar de que también es egoísta.
¿Es posible que el hombre pueda amar a todos o no es factible no dar satisfacción a esa tendencia al amor universal?
Varios humanistas responden que el hombre consigue realizar su tendencia al amor universal cuando vive la solidaridad con todos.

Aunque todos experimentamos el amor como tendencia a la unidad, en la solidaridad el «otro» no pierde su carácter de «otro: por tanto, no se realiza la unidad que exige el amor; luego aquello que nos unifica ha de ser una realidad de un nivel distinto de aquella por la que somos «otro». La individualidad no puede unificarnos, pues cada uno se queda con la suya.

Aquello que nos unifica debe ser de todos (exterior), y de cada uno (interior). Pero lo único que será capaz de atraer hacia la unidad a cada persona, ha de estar en el interior de la persona misma. Y para romper el egocentrismo y realizar la unidad con los demás, solamente se podrá conseguir mediante una realidad que sea al mismo tiempo interior a mi propia persona y exterior a ella, de modo que pueda legar a los otros y ser también de ellos. Esto se consigue mediante el amor universal; pero para que nuestra tendencia al amor universal pueda realizarse, debe existir un Amor Originario que sea el fundamento de mi ser como ser-para-el-amor.
Este Amor Originario es Dios. San Agustín expresaba esta misma idea cuando decía: Tú eres más íntimo que mi intimidad, al mismo tiempo que superior a lo supremo de mí. Éste es el punto de partida para el argumento más hondo sobre una afirmación de Dios por el hombre, el argumento también más conforme con el espíritu del cristiano.
(GÓMEZ CAFFARENA, J., La audacia de creer, pág. 87.)

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